domingo, 31 de octubre de 2010

Es que los recuerdos se volvieron pobres,
las miradas aparecieron marchitas.
Los años de oro se ennegrecieron,
y dejaron a su resplandor en el bolsillo de aquel sobretodo,
que cargabas en los años en donde la penumbra
era simplemente el sinsabor de un mal trago,
que se te había vuelto cenizas, que simplemente
habías olvidado.

Pero qué curioso resulta ser,
que siempre que las cosas van bien,
hay algo que cambia la suerte del destino.
Y que por más que uno quiera luchar contra eso,
la vida se encarga de hacerte saber,
que no se puede volver atrás.
Y buscás darle un abrazo al que cae del asombro,
y que también un poco lo hace por el peso de sus lágrimas.

Yo no podés decir que no te gusta porque no,
ya no podés decir que todo se hizo mal,
porque te das cuenta, al fin, que la herencia hace a tu mente,
y que tendrías que haber aceptado que lo que se fue,
te lo dejaron aquellos grandes que no conociste,
que se fueron antes de que llegaras,
que supieron desde un principio lo que era correcto, lo que estaba bien.


Ya no reniego de mi sangre.
Y pido disculpas a aquellos que me lo dijeron desde un principio.
Ahora sé lo que soy, y agradezco haberme dado cuenta.
Ahora, llegó el momento de saber,
saber todo aquello que pensaba que no quería,
aquello de lo que renegaba sin saber.

1 comentario:

sandocan en bicicleta dijo...

me dejaste helado.
increible.
A veces la cuenta vuelve a cero.
tal vez nunca habiamos salido del cero. o tal vez si.

extrañaba tus letras amiga.
un saludo desde la lejania.